12.12.16

Crec(s)iente.


No puedo dejar de mirarte. Estiro las puntas de los pies, me aferro a las rejas del balcón, contengo la respiración, 1, 2, 3 y ejecuto otro intento fallido por congelar tu magia. Hace muchos años que no lo hago, porque entendimos que nuestra relación de testigos no necesita evidencia.

No puedo dejar de mirarte. No pude cuando me volví mayor en un abrazo, enfrentando las peores sentencias. Cuando te volviste roja desde mi lugar en el mundo, entre vecinos curiosos. Cuando brillaste gloriosa desde una parada de colectivo mientras el resto de las luces apagadas sucumbían ante la frustración de un apagón.

No puedo dejar de mirarte. Porque sé que tu luz no es prestada, sino un reflejo matemático exacto que te definió para siempre. Presente y ausente. Leal y fría. Cotidiana y misteriosa. Señora de mareas, faro de viajeros, influencia agazapada. Tranquilidad de los que cierran los ojos sabiendo que vas a estar hasta que llegue el relevo. Porque podés sumergirte en el Atlántico, como un juego holográfico orquestado para nosotros los mortales. Porque sé que sos real cuando conectamos, hasta que las pupilas se encandilan y me devuelven a tierra.

No puedo dejar de mirarte. Porque me recordás otra vez que nunca vamos a saber qué hay del otro lado. Porque las mejores palabras se escribieron durante tu guardia. Porque firmaste tantas prosas como instantes, tantos poemas como olvidos.

No puedo dejar de mirarte porque donde sea que estés, yo estoy en casa. Porque vos también me estás mirando. Porque pasan los años y no dejás de ser puente otra vez.

Agu Miglio.-

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